Había una vez una joven enamorada de un ángel. Este, a la vez, como era ángel no podía enamorarse.
Un día, ella le dijo:
-No te gusto? ¿No me quieres besar?
-Sí que me gustas, -le contestó-, pero como soy un ángel, no me puedo enamorar, llevo alas, con ellas no puedo besar, no puedo sentir el placer de tus besos.
-Quítate las alas y ven,- le dijo ella-, verás como te gustará, yo te haré tan feliz que no las echarás de menos.
El ángel como era débil, se quitó sus alas. Ella, primero lo besó y luego lo amó. Fue tan grande el amor que sintieron, que el ángel ya no quería sus alas, porqué con ellas no podía amar.
Pidió a Dios que le librara de sus alas.
Dios le dijo:
-Ya no podrás volar, ya no podrás estar en el cielo y tampoco estar a mi lado.
El ángel le contestó:
¿Y que importa todo eso si no puedo amar, si no puedo sentir, ni notar sus dulces besos? ¿De que me sirve tu cielo, si el cielo para mí es ella?
A veces nuestro cielo, no está en el cielo,
el cielo está… donde está la persona amada.
Cuento realizado por M. Isabel Doménech.
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